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viernes, 23 de noviembre de 2007

La tortura del desprecio

No desprecia quien quiere, sino quien puede. El desprecio del ignorado no duele, otra cosa es el desprecio de la criatura amada.
Dícese que: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Éste, el más grande desprecio, ha de venir de quien puede, de esa criatura. Ella no apreciando desprecia profundamente, produciendo no ya dolor, sino tortura.
Mejor pensar que el gratuito desprecio se sufre por la gilipollez del autor que no por su maldad, pues estaríamos ante un ser ciertamente diabólico.
31/03/2005