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viernes, 27 de marzo de 2015

La abstención, producto de la incultura

El 49 % de los andaluces consideran que "alguien" debe representarles y defender sus derechos ciudadanos o arreglarles, cuidar su porvenir, pero no dicen quien es "alguien", porque no votaron, ni siquiera en blanco ni voto nulo, nada. No se acercaron por las urnas ¿Para qué? dicen la mayoría de ellos.

Puede uno pensar que es vagancia o que simplemente les da igual. Les da igual que la "ley mordaza" persiga a quien protesta, aunque la protesta sea justa. Es razonable ¿qué les importa a ellos que ni se molestaron en votar? Otro gallo cantará cuando no les permitan expresarse, porque ya persiguen a los periodistas que notician cuestiones no interesantes para el gobierno, pero de momento, no se enteran y no les llega la represión, pero les llegará y reaccionarán tarde.

Este tipo de no-votante, debe ser el germen sembrado de nuestra generación, los que tenemos 60 años, más o menos, que protegimos al heredero de tal manera que ahora hemos hecho un "no votante" al que hay que darle de comer, sin que de un palo al agua.

Este pasota de las urnas con su actitud beneficia, a causa de la ley D'Hondt, a los dos grandes partidos:  PPSOE, al menos hasta que el resto los quiten o desaparezcan los susodichos a causa de la corrupción que practican en más o menos medida cada uno de ellos.

Si el 50 % aproximadamente de la población no vota, esto indica que no tiene necesidad de representación, ni le importa quien gobierne y esto no puede ser producto de una razonada decisión, de una pensada actitud. No, es producto de la INCULTURA que padece endémicamente la nación y esta endemia es consecuencia de la mala praxis del sistema de enseñanza nacional y de la deseducación recibida a través de los medios de comunicación (TV, prensa, radio, controlados casi todos por un par de familias poderosas) que influyen principalmente en todas las proletarias familias españolas, pues los tenemos todos en casa y a todas horas.

Influye también de forma importante la precariedad laboral, que limita el tiempo a dedicar al cultural cultivo personal, es decir, primero hay que tener lleno el estómago y cubiertas las necesidades básicas, para luego llenar la mente de ideas adecuadas, razonables y socialmente buenas, o sea, cultura, sana cultura.

Pero cuando solo nos enseñan a querer ser rico o como mínimo más rico que el vecino, incentivando de paso la envidia y a que tus vacaciones sean las mas lejanas del barrio y tu coche el más potente, la cosa va de competitividad y nada de solidaridad, que conlleva al individualismo y a la formación de una sociedad competitiva entre nosotros, sus componentes, que deberíamos colaborar y cooperar para, siendo más solidarios, aumentar nuestro nivel de bienestar social, por contra, conseguimos, recortes en sanidad y en la imprescindible educación, que nos haría evolucionar favorablemente como sociedad culta.

Este tipo de incultura incardinada en la sociedad, hace que no progresemos, que cada uno piense en dar un pelotazo y esto siempre es a costa de tus vecinos. La insolidaridad conseguida a través de la deseducación institucional.

Si somos un ser social, debemos participar activamente y coherentemente en la construcción social, como mínimo votando en blanco.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Libertad de mercado, una falacia

Por qué una parte de la población se empeña en decir que la libertad del mercado es libertad, sin más. No es cierto, porque: ¿Que libertar tiene aquel que, por la circunstancia que sea, no tiene ni un euro? Simplemente no puede acceder al mercado y ¿dónde está su libertad?

El mercado regulado sería otra historia, y de esta forma funcionó y funciona en los países realmente democráticos, que antes llamábamos bárbaros y ahora solo admirados países nórdicos.

El mercado no puede ser libre porque la libertad es el globo que está sujeto a la tierra por la responsabilidad y la ética, en forma de cuerda, pero, cuando ésta cuerda se rompe el globo vaga sin control, con su libertad perdida y al mercado le pasa lo que al globo, que los defectos humanos: la avaricia, la codicia, el egoísmo y la envidia hacen que la cuerda (responsabilidad y ética) se rompa, por no tener control y el mercado se desmande, que es lo que nos está pasando. Dando lugar a estafas legales, atrocidades económicas permitidas y a una extrema desigualdad social.

La responsabilidad y la ética que deben regular el mercado, es lo que los neoliberales se pasan por "el arco de triunfo", con el único fin de mantener su principal dogma: "La empresa debe perseguir el máximo beneficio" y para ello ponen toda clase de mentiras y utopías en juego, como que la competitividad ha de aumentar la producción y por ende el consumo de manera "ilimitada" en esta nuestra tierra, que es finita.

La libertad convertida en libertinaje es lo que quiere la oligarquía que nos traguemos como concepto de libertad, en base a la competitividad que se manifiesta en una absoluta insolidaridad. Utópico y falso a todas luces, pero desde hace 30 años funciona esta patraña, amparada por un enorme arsenal de medios de comunicación y deseducación a raudales. Ahí está el quid de la cuestión.

El neoliberalismo, necesita crear pobres para crecer, porque se basa en el desigual reparto de la riqueza por todos creada; por ende, necesita gran parte de la población pobre, para que una pequeña parte sea rica. Políticas que descarada pero enmascaradamente practica la ráncia derecha nacional y autonómica y de ahí que haya personas de clases media y baja que les voten. Por qué, pues por los principios que aplican: Ignorancia producto de la deseducación y adoctrinamiento a base de controlar los medios de comunicación. Es decir, generan pueblos incultos y por ello fácilmente manejables ideológicamente, además de ocupados en ganarse con gran esfuerzo su precaria situación de proletarios y amansados por el actual opio del pueblo, el fútbol, más bien, la estúpida forma de entender el fútbol.

domingo, 22 de marzo de 2015

Los detalles marcan el futuro

Oí hoy un programa de radio en el que periodistas y sus fotógrafos se quejaban de la actitud de la Policía Nacional y algunas locales y de la Guardia Civil, porque les impiden informar, simplemente informar. Son periodistas que informan de los acontecimientos en las fronteras del sur de España y en los deshaucios dentro de ella.

Por qué las fuerzas de seguridad del estado, es decir, nuestros defensores, impiden la información, esto es, a priori ilegal y a posteriori una verdadera maldad. Quizás el ministro debería decir algo ¿no?

Esta actitud gubernamental, como las de los recortes en enseñanza y sanidad, son dictadas por la oligarquía, en contra del pueblo soberano.

Ahora que estamos en época electoral, debemos reaprender a votar, como mínimo y con el único ánimo de supervivencia, no votes propuestas neoliberales, que son las que nos han traído hasta aquí, hasta esta estafa mundial y en España local por la burbuja inmobiliaria; donde los rescates, de la mano del PP son para la banca, no para el necesitado pueblo, al que opinan deben presionar más, económicamente hablando.

Las represiones contra periodistas, son el primer paso para dominarnos por la ignorancia, el precio que se paga por la deseducación y la incultura, maestro de las cuales es el ministro Wert, quien nos quiere doblegar para pasto de sus amigos, de sus compradores, digo yo.

Esto es tan parecido a la dictadura franquista, que todo aquel que, aún por hacer gracia, mencione esta basura que reprime los derechos de las personas, debería ser castigado, con la  intención, que las leyes que pretende implantar el PP perseguirán a los defensores de los derechos humanos, derechos a la información, la salud, a la educación y a vivienda.

Tomás García Álvarez